lunes, 8 de diciembre de 2008

Normalmente tiendo a odiar los domingos. Es esa mierda de día en la que te limitas a escuchar como el maiz se transforma en palomitas, para despues poder paladearlas mientras ves alguna película de serie-B o tragarte episodios piloto de series al más puro estilo de One Tree Hill. Sin embargo este domigo la paella antiadherente seguía en su mismo sitio, por simple que parezca este hecho no hacía más que preceder un lunes festivo que, de no ser por la evaluación semestral que tantos suicidios colectivos provoca, podría haber sabido tan a gloria como las palomitas que en su lugar y por rutina habría preparado.

No me gusta hablar bien de mi, mis amigos lo saben, pero si algo me caracteriza es mi puntualidad, así que cuando el reloj llegó a la parte del 6 allí estaba yo, esperando a victor e isi para arañar la puerta del antro en el que solemos vivir. Lastima que ese día nos fallase, a decir verdad me moría de ganas por ver a nuestra invitada especial sufrir por tener que aguantar lo que nosotros tanto disfrutamos.

Vivido esto, sabíamos que Shamrock (realmente pensaba que no volvería nunca, no lo echo demasiado de menos) abriría cuando lo necesitasemos, así que allí estabamos, con todo el equipo, y una pinta, viendo como cada vez más borrosa, la partida de cartas se alargaba. No obstante todo, tuvimos resentido éxito y la noche que yo predecía cotidiana, nos obligó a juntar incluso dos mesas.

Ver a Jorge más adelante me alegró en cierto modo, así podría excusarme en persona por haber dejado de lado mi compromiso por un simple dolor de alma de primera hora de la mañana. Momentos despues le retribuiría con mi versión de aquella noche tán extraña, que tengo tán poco interés en recordar, como en repetir, aun que pensandolo bien, no debería tener problema alguno, siempre se que tengo de comodín a la única persona que hace que no me sienta como un marginado musical si suena Paramore en los locales de moda.

Poco más que recordar, tan solo unos 40 pares de ojos mirandome mal por el simple delito de querer defender mi economía, pero bueno, se defenderme, así que lo mismo que ayer digo: -Yo me lo he perdido. Junto a esto solo me queda la única conclusión que saqué con la vuelta a casa y es que, si la música es buena, el camino siempre se hace corto.

No hay comentarios: